Parece que ahora ser emprendedor está de moda y si además te montas una startup legaltech eres de lo más sexy. Y no me extraña. La industria legal además de ser un mercado enorme está muy desfasada. En general se trabaja con tecnología de 1995… No digo más.

En mi humilde opinión, hace falta mucha tecnología y mucha, pero mucha, innovación en el sector legal. Lamentablemente tanto el back office como el trato con el cliente en la mayoría de las veces huele a rancio. ¡Modernizarse o morir! Sobre todo porque se trata de un sector maduro y muy consolidado en el que los abogados necesitan urgentemente diferenciarse para ser competitivos y llamar la atención del cliente, que cada vez valora más una experiencia cercana, agradable y 100% digital.

Hay cerca de 200 (¡y creciendo!) startups legaltech en España. Lo que refleja el despegue del sector y su gran interés dentro del ecosistema emprendedor. Sin embargo, y salvo excepciones, los SaaS siguen siendo sistemas de planificación de recursos empresariales relativamente básicos de gestión de despachos sin una cuidada experiencia de usuario. Las soluciones actuales de modelos de documentos legales online son funcionales pero no aportan una gran innovación. Los marketplace de abogados no acaban de democratizar el acceso a la justicia. Solo unos pocos valientes se atreven a liderar verdaderos proyectos impulsados por el uso de tecnologías disruptivas incorporando técnicas de inteligencia artificial o blockchain a los procesos legales. Lamentablemente falta mucha tecnología en la mayoría de proyectos “mal” llamados legaltech.

La Covid-19 ha acelerado definitivamente la transformación digital del sector y ha cambiado las reglas del juego. A mi juicio, algunos de los principales retos a los que se enfrenta la abogacía española son la adaptación de procesos a un entorno continuo y creciente de teletrabajo, la incorporación de herramientas colaborativas y de mejora de la productividad en el ADN de los abogados, la optimización de la gestión del conocimiento legal gracias al uso de la tecnología, la preparación multidisciplinar de los nuevos perfiles jurídicos, el acompañamiento de la digitalización de los tribunales, la simplificación de la jerga legal en los documentos legales y la mejora de la imagen distante, altiva y fría del abogado en la sociedad.

Por ello, creo que es el momento de lanzar proyectos de desarrollo de herramientas SaaS B2B en la nube así como aquellas que automaticen procesos legales internos de las empresas, fomentando el teletrabajo. Igualmente los marketplace de abogados que permitan el asesoramiento telemático tienen una gran oportunidad al igual que las aplicaciones que garanticen una mejor conexión y trato virtual con los juzgados. El desarrollo de iniciativas impulsadas por emprendedores y centradas en legal design y legal operations también me parece un verdadero acierto.

Qué suerte que el ecosistema español cuente con un nuevo actor, el Lab Emprendimiento Jurídico de la Fundación Mutualidad Abogacía, para apoyar a todas esas mentes inquietas a que den rienda suelta a sus ideas, las conviertan en proyectos legaltech innovadores y, con trabajo y dedicación (y algo de suerte), en empresas sostenibles que generen riqueza en la sociedad. Así se hace país.