Las capacidades necesarias para que las nuevas generaciones de líderes sean impresionantes e inspiradoras.

Somos conscientes de que probablemente se han escrito más consejos sobre el liderazgo que sobre cualquier otro tema de las ciencias sociales. Y, si ya sabes mucho sobre el tema, quizá este artículo te puede servir  como un resumen y un recordatorio de qué es el liderazgo, cuáles son las habilidades que hacen a una buena o un buen líder y cómo ha cambiado y está cambiando la actividad y el concepto de liderazgo.

Cuando se habla de “leadership” (liderazgo), la mayoría de expertos y expertas señalan que es importante destacar la diferencia entre éste y el “management” (gestión). Ambos términos tienden a utilizarse indistintamente, pero no son lo mismo.

La gestión es un sistema de comportamientos diseñado para controlar la complejidad, crear orden y producir una ejecución coherente de las tareas y estrategias que permiten realizar el trabajo. Está enfocado internamente. Por el contrario, el liderazgo es un sistema de comportamientos diseñado para responder al cambio, la incertidumbre y la imprevisibilidad, y está enfocado hacia el exterior.

 

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Los y las líderes hacen dos cosas: identifican un objetivo o una dirección y movilizan a los demás para que vayan voluntariamente en esa dirección. Se puede ser manager de documentos, inventarios, información, sistemas, productos, personas, tiempo y muchos otros recursos. Pero solo se puede ser líder de personas.

Ser manager no implica ser líder, y en la mayoría de los puestos de gestión en los bufetes de abogados, así como en otras empresas, las personas que desempeñan funciones de gestión no siempre son líderes. Para ser líder y ser eficaz en los negocios, hay que poseer rasgos que van más allá de las funciones de administración. Pero hay una buena noticia: el liderazgo puede aprenderse, y conlleva un proceso de evolución constante. Aunque hay algunas personas que parecen “líderes natos”, el liderazgo no es tan “natural” como nos han hecho creer; es una habilidad que se cultiva con mucho cuidado y requiere dedicación y trabajo.

Hay dos factores clave para ser un buen o una buena líder: el carácter y las competencias. El carácter tiene que ver con los rasgos personales e individuales. Los más importantes son, por ejemplo, la integridad, la fiabilidad, la honestidad, la autenticidad y la equidad. Obviamente, el peso que puedan tener estas características es totalmente subjetivo: poco importa lo que uno piense de su carácter; lo que más importa es la percepción subjetiva que tienen las personas que trabajan en su equipo. Esta es una de las principales razones por las que los buenos y las buenas líderes buscan mucho feedback y valoran el autoconocimiento.

El segundo factor está relacionado con las competencias del líder. En primer lugar, numerosas investigaciones demuestran que a la gente sólo le gusta seguir a líderes que son hábiles en las cosas que ellos valoran. Por ejemplo, los abogados y las abogadas sólo siguen a líderes que consideran buenos abogados. En segundo lugar, los y las líderes también deben poseer ciertas competencias relacionadas con el liderazgo. Encontrarás muchas listas de gran extensión sobre todas las competencias necesarias para ser un buen líder. Pero vamos a hacer un repaso de las que parecen ser las cruciales.

Ya hemos establecido que cualquier líder  debe ser capaz e inteligente, pero su talento personal debe incluir creatividad e innovación a partes iguales. Los buenos y las buenas líderes desafían el proceso y asumen riesgos. Experimentan tomando constantemente decisiones estratégicas. Aprenden de sus errores. Y lo que es más importante, tienen que encontrar formas ingeniosas de equilibrar su enfoque innovador en el futuro con los requisitos urgentes del trabajo diario. En los bufetes de abogados, por ejemplo, el liderazgo no debería medirse por la perspicacia jurídica personal o por el récord de horas trabajadas, sino por la forma en que los y las líderes aprovechan inteligentemente los equipos de talento para obtener resultados cuantificables y avanzar en los objetivos del cliente, resolviendo los problemas de forma creativa.

Por supuesto, para trabajar con equipos y dirigir personas, los y las líderes deben ser excelentes tanto en la comunicación como en la colaboración. Deben aprender a ser miembros de un equipo, promoviendo la armonía dentro de su empresa, y estando en sintonía con sus clientes u otras personas externas. Para ello, y para alcanzar resultados efectivos, deben dar ejemplo a los demás (tanto en su actitud profesional como en las relaciones humanas), deben saber cuándo delegar y cómo permitir que los demás actúen de forma autónoma fomentando la colaboración coordinada entre sus componentes.

Las habilidades de comunicación, y todas las llamadas soft skills, van de la mano de un factor -a menudo olvidado- del buen liderazgo: la capacidad de inspirar. Los grandes líderes pueden inspirar una visión compartida de cómo podría ser un futuro mejor, crean una imagen de cómo la vida podría ser diferente si su equipo logra sus objetivos. Lo hacen de una manera que puede evocar una respuesta emocional y motivacional en sus miembros. Pueden hacerlo, por ejemplo, reconociendo generosamente los comportamientos orientados al logro de objetivos por parte de sus integrantes y recompensándolos con respeto, con auténticos elogios de corazón, con reconocimiento. Al hacerlo, mantienen viva la esperanza y la fe en el producto o servicio que están creando y ofreciendo al público. Este cultivo del respeto mutuo por las personas y el estímulo de una visión inspiradora alimentan muchas de las prácticas que llevan a una empresa al éxito.

Muchos de los viejos patrones de las organizaciones y los entornos de trabajo necesitan ser renovados. Los y las líderes actuales tienen que liderar de forma diferente. La era de los líderes millennials (personas nacidas entre principios de los 80 y mediados de los 90) está aquí, y con ella una nueva gama de enfoques de liderazgo que han evolucionado desde la generación anterior. Se trata de recorrer la delicada línea entre ser asertivo y dominante y ser afín y accesible.

Para empezar, la mayoría de líderes jóvenes tiene una actitud menos autoritaria y más democrática, lo que implica nuevas formas de colaboración que valoran en gran medida las opiniones de cada miembro del equipo, con lo que los empleados y las empleadas se entrenan para pensar por sí mismos y ser más responsables con sus aportaciones. Esto permite una mayor creatividad y un mayor entusiasmo de cada miembro, por pequeño que sea. Además, en los últimos 20 años se ha producido una explosión de investigaciones científicas convincentes, tanto en psicología como en neurociencia, que demuestran el extraordinario poder de las prácticas positivas, inclusivas e inspiradoras a la hora de conducir a las empresas hacia un rendimiento constantemente superior y niveles récord de rentabilidad, por no hablar del compromiso del equipo, la mayor permanencia en el puesto y la mayor satisfacción laboral.

 

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Ser líder en esta nueva era conlleva tener más empatía y compasión, valorando la salud mental del equipo. Esto parece ser increíblemente importante a la hora de considerar el entorno humano en el que trabajan y, a la vez, conduce a mejores resultados. Los y las líderes que son culturalmente adeptos y que promueven todo tipo de perspectivas diferentes sin prejuicios (esto abarca desde la raza hasta el tipo de creatividad, las diferentes culturas, la religión, los peinados, etc.) consiguen encontrar y fomentar todo el talento que hay en su equipo. Cuantas más diferencias, mayor será la posible evolución hacia nuevos tipos de éxito. También, abrirse al uso de las nuevas tecnologías, ya sea para ser más conscientes del medio ambiente o para ahorrar tiempo y recursos, es un factor clave en el avance y la evolución de cualquier tipo de negocio. La voluntad de aprender y adaptarse a las nuevas circunstancias es crucial para un buen liderazgo.

Por supuesto, el estilo de liderazgo también depende del tipo de negocio. En las startups, por ejemplo, puede haber una actitud más “laissez-faire” (dejar hacer). Los y las líderes pueden dar más autoridad y autonomía a sus profesionales, proporcionándoles información, comentarios y consejos. De esta forma promueven la independencia y la innovación. Este tipo de líderes confía plenamente en su plantilla mientras supervisan el resto de la empresa. Este modus operandi es especialmente beneficioso en equipos compuestos por profesionales cualificados que necesitan libertad y creatividad.

Todos estos aspectos y habilidades hacen que un líder sea brillante. Las formas modernas de liderazgo ya han llegado, y seguramente no harán más que evolucionar y expandirse. Infórmate sobre los estilos de liderazgo y aprende cuál es el que mejor funciona para ti y tu empresa o despacho. Trabaja en ti mismo para mejorar tus habilidades y brillar como líder. Tu equipo te tendrá como referente y estará motivado en su trabajo.